Por años en términos de fisiología se ha manejado el concepto de la presencia en el organismo de un “segundo cerebro” ubicado en el sistema gastrointestinal debido a la gran cantidad de células nerviosas que se ubican entre el esófago y el recto; en realidad un término más adecuado lo describe como el “sistema nervioso entérico”. El sistema nervioso entérico esta compuesto aproximadamente por más de 100 millones de células nerviosas ubicadas principalmente en la mucosa intestinal y se encuentra en contacto constante con el sistema nervioso central.

La comunicación existente entre el sistema gastrointestinal y el sistema nervioso central se realiza por mediadores químicos (hormonas) producidas en las células endocrinas del tracto gastrointestinal; estas hormonas contribuyen a modular la actividad del sistema nervioso central y respuestas del organismo como lo son el apetito o la saciedad, entre otros. Investigaciones han encontrado que algunas de las células endócrinas del tracto gastrointestinal tienen contacto físico con el sistema nervioso entérico, formando sinapsis con sus nervios.

Muchos estudios se enfocan en ver cuál es la relación entre las secreciones intestinales y el funcionamiento de las células entéricas endócrinas. Se busca entender como los diferentes nutrientes de los alimentos son capaces de generar una respuesta eléctrica a partir de la formación de una señal sensorial intestinal local. Se ha observado que las células entéricas endócrinas no cuentan únicamente con vellosidades sino también tienen pequeñas extensiones en forma de pié (conocidas como neurópodos) que de alguna manera parece que cuentan con atributos físicos similares a los de las neuronas. El punto de investigación se encuentra centrado en como estas células se conectan entre sí y con el sistema nervioso central.

Todo lo anterior lleva al cuestionamiento acerca de si las células nerviosas entéricas pueden “oler, saborear y tocar” ya que poseen receptores nerviosos similares a los ubicados en la nariz y la boca; de hecho otros órganos también poseen este tipo de receptores (incluyendo los pulmones, próstata y vagina).

El reto consiste en explorar y descubrir como el cerebro percibe las señales de estos órganos y como estas percepciones afectan al organismo también nos lleva a pensar como en el futuro podemos interactuar y modificar algunas de estas señales para contribuir al tratamiento de la obesidad, anorexia o síndrome del intestino irritable.